Desde el monasterio de Bachkovo tardamos algo más de tres horas y media hasta Veliko Tarnovo. Por lo que nuestra visita a la ciudad la dejaríamos para el día siguiente.
Como recomendación deciros que es complicado encontrar aparcamiento. Una buena opción es dejar el coche en el parking del hotel o, no moverlo a no ser que sea completamente necesario. Acordaos también de apuntar el nombre de la calle, ya que no es una ciudad en la que sea fácil orientarse y, nosotras mismas, perdimos el coche.
El hotel Tsaverets está en la parte antigua de la ciudad por lo que es un buen punto de partida para visitar la desconocida Veliko Tarnovo.
Al primer lugar que nos dirigimos es a la Fortaleza de Tsarevets, ya podéis ver en las fotos que el día no nos acompañó para disfrutar de la ciudad.
Está fortaleza es el sitio más turístico y conocido de Veliko Tarnovo, se asienta sobre la colina que lleva el mismo nombre ocupando una amplia extensión de terreno, por lo que si queréis verlo tranquilamente tardaréis un ratito. Su origen data del s. XII cuando se fortificó el pequeño asentamiento de época bizantina que se ubicaba en este lugar.
En la explanada que da acceso al recinto, además de diversos puestos de artesanía y recuerdos, están las taquillas. La entrada, en comparación con sitios similares de otros países es muy barata, así que os recomendamos la visita. Os dejamos el enlace donde podéis consulta el horario y precios actualizado
Se accede al interior a través de una pasarela atravesando una de las puertas que se conservan de las murallas que cuentan con más de 1km de longitud.
Según vamos ascendiendo por el suelo empedrado ( ¡cuidado si llueve! ) observamos las fantásticas vistas de la ciudad rodeada de colinas y el meandro del río Yantra. En la parte más alta está el Complejo de los Patriarcas, reconstruido durante el s. XX y desde donde obtenemos las mejores vistas de la ciudad. En esta zona también podréis ver los restos del antiguo Palacio Real, que llegó a ocupar más de 4000m2.
También fueron restauradas algunas de las torres de la muralla que se puede visitar su interior. Del resto de edificaciones quedan ruinas y cimientos ya que no formaron parte del proceso de reconstrucción.
Desdes Tsarevets nos vamos en dirección al casco antiguo; en el camino, nos encontramos la Catedral de la Natividad de la Virgen construida en el s. XX, sobre una iglesia anterior derruida durante el terremoto de 1913, el exterior es ciertamente llamativo, pero su interior no tiene ningún interés.
Después de comer en uno de los restaurantes cercanos a la catedral, nos dirigimos al casco histórico. Os recomendamos callejear por esta zona sin un rumbo fijo. A nosotras las calles que más nos gustaron por su arquitectura típica fueron Rakovski y General Gurko y Stambolov, donde os encontraréis con diversos miradores desde donde obtener unas preciosas vistas del entorno y del monumento Asenid, un obelisco construido en 1985 en conmemoración del 800 aniversario del segundo reino búlgaro y sus zares.
Ya iba cayendo la noche y nos dirigíamos de regreso al hotel y ¡vaya sorpresa nos llevamos! Un estallido de luces, fuegos artificiales y música se estaba proyectando sobre la fortaleza; la verdad es que es todo un espectáculo verlo, y no teníamos ni idea de que esto existiera. Os dejamos el enlace donde se pueden consultar los pases y horarios y también adquirir entradas para un terraza VIP
La mañana siguiente la aprovechamos para ir al barrio de Asenova, un antiguo barrio a la sombra de Tsarevets que tiene mucho encanto. Para llegar hay que atravesar una larga pasarela de madera sobre el río Yantra.
Ha sido un viaje «intenso” con distancias largas y a veces las carreteras dificultaban todavía más los desplazamientos. Pero, regresamos muy contentas de haber elegido estos dos países para unas vacaciones. Son sitios tranquilos, donde olvidarte de las aglomeraciones y descubrir una cultura y una gastronomía completamente diferente a la española, pero por ello no menos interesante.