Nuestra siguiente parada es Split, la segunda ciudad más grande de Croacia y un importante centro turístico a donde llegan, al igual que a Dubrovnik, un gran número de cruceros.
Fue incluida en 1979 en la lista del Patimonio de la Humanidad UNESCO, y es que, su casco antiguo atrae cada año a más visitantes.
En el centro histórico destaca la Residencia de Diocleciano. Alrededor del 300 d.C, el emperador Diocleciano inició la construcción de su palacio que combina rasgos de residencia imperial, ciudad griega y fortificación militar romana.
De la antigua residencia no os podéis perder; el Peristilo y la Catedral de San Doimo con su famosa puerta de madera.
Aunque después de esta visita al casco antiguo quizás os lo parezca, Split, no es una ciudad-museo, si no que está llena de vida.
Os recomendamos que os deis una vuelta por su animado Paseo Marítimo, que recibe el nombre de «Riva», para despejar la vista, descansar y tomar algo.
Si continuáis andando a lo largo de «Riva» pasaréis enfrente del puerto y de la fachada sur del Palacio para llegar a la Plaza de la Fruta, la Plaza del Pueblo y más adelante, a la muralla norte del Palacio, que es la mejor conservada.
Para que «La Suerte Os Acompañe» en Split tienen la solución. Hay que tocar el dedo pulgar del pie de la grandiosa estatua de Gregorio de Nin.
Justo al lado tenéis la Puerta de Oro. En la época romana, marcaba el camino hasta Salona, la ciudad más grande en la costa del Adriático.
Un lugar para no perderse es el Mercado Municipal. Aquí encontraréis una explosión de colores, olores y sabores de Dalmacia y el Mediterráneo, además, ya es hora de comer, así que… ¡¡aprovechad que estáis por esta zona para hacerlo!!
Desde el Mercado nos vamos en dirección a la Puerta de Hierro.
Aquí, hay que mirar hacia arriba para intentar adivinar la hora exacta del viejo reloj. Parece fácil, pero no lo es. Se trata de uno de los pocos relojes con 24 dígitos.
Desde este punto podemos perdernos por las calles de la ciudad y disfrutar, como lo hacen los habitantes de Split, de sentarnos en una terraza, tomar un laaaaaargo café y abrazar el estilo de vida mediterráneo.
Trogir
Visitamos Trogir, una pequeña ciudad costera situada a pocos kilómetros de Split.
Su centro histórico está construido en una pequeña isla de menos de 1 kilómetro cuadrado, que está unida por puentes a suelo continental y también a la Isla de Ciovo.
Debido a su rico patrimonio artístico esta localidad fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1997.
Trogir es una de las ciudades con más encanto de Croacia, aunque por su reducido tamaño se puede ver fácilmente en medio día.
Lo primero que tendréis que hacer es aparcar el coche en un parking que hay frente al puente de entrada a la ciudad, ya que el centro histórico es completamente peatonal.
Desde el puente que da acceso a Trogir (Trogirski Most) podréis tomar ya alguna fotografía de sus murallas.
Estas fueron construidas en el siglo XV y reconstruidas por los franceses en el XVII. La puerta por la que accederéis a la ciudad es del siglo XII-XIII al igual que un gran número de monumentos y edificios que iréis viendo, por eso se dice que es la ciudad de estilo románico-gótico mejor conservada de centro-europa.
Uno de los primeros monumentos al que llegaréis es la Catedral de San Lorenzo. Construida durante 4 siglos, su campanario se puede ver desde cualquier punto de Trogir debido a sus 47 metros de altura.
Es posible subir hasta lo alto de esta torre y contemplar la localidad desde las alturas.
Muy próximo a la catedral se encuentra el Palacio Cipiko donde residió la familia que le da nombre durante el siglo XV, siendo una de las más poderosas de la ciudad.
El centro neurálgico de esta pequeña localidad es la Plaza Juan Pablo II. Aquí se encuentra el Ayuntamiento, el Edificio de la Torre del Reloj y el Palacio Ducal.
El Ayuntamiento está ubicado actualmente en el Palacio de los Rectores; un edificio del siglo XIII donde podemos ver en el interior una bonita escalera gótico-romana.
Al igual que en otras localidades croatas, el mejor plan es perderse por las estrechas callejuelas, admirar las pequeñas casas, los palacios de estilo veneciano y sentarse en una terraza a ver el ir y venir de los ciudadanos locales.